15
de diciembre, 2017.
Hay un estilo
de enamoramiento apabullante: el flechazo. Tú lo ves desde el otro lado de una
habitación atestada de gente, vuestros ojos se encuentran y a ti te inunda ese
estremecimiento. Cuando él está cerca de ti empiezan a sudarte las manos; el
corazón se te acelera; parece que todo cobrara vida en tu cuerpo.
Es el sueño de
la felicidad, de la realización sexual, de la plenitud. Ese es el hombre que
sabrá apreciarte y comprenderte. Sólo estar junto a él es emocionante,
maravilloso. Y cuando todo eso sucede, arrasa contigo. Es lo que solemos llamar
amor romántico.
Estaba
muerta de nervios. Mis piernas y manos temblaban. Estaba al lado de uno de los
hombres más ricos, guapos, y famosos del mundo. No sabía que esperarme de ese día.
¿Sería
amable? ¿No tendría mínimo interés en mí? ¿Sería arrogante? ¿Qué estaría
esperando él de aquel día? Es una pregunta que aún me encuentro haciéndome una
y otra vez.
Entramos
a una cafetería que estaba bajo una escultura de Sullyvan, de Monster inc. No
imaginaba nada más romántico que conocerlo dentro de un parque de
atracciones-véase el sarcasmo-.
-¿Por
qué no eliges una mesa mientras voy a pedir? ¿Qué quieres tomar? - me pregunta,
educado, pero seco.
-Tomaré…
eh… un jugo de naranja -Alza las cejas.
-
¿No quieres un café?
-No
me gusta demasiado el café.
-Muy
bien- y se dirige a la barra sin una palabra más. Levanto un poco la vista y lo
miro furtivamente mientras espera en la cola a que le sirvan. Podría pasarme el
día mirándolo… en las pocas palabras que habíamos intercambiado, se había
mostrado amable, bastante diría yo. Pero aun así no era el tipo que veía en
entrevistas, o videos. No parecía ser tan risueño. Supongo que solo hace esto
porque se obligado. Tenía que intentar acercarme más a él. ¿De qué podría hablarle?
¿Si le molestaba mucho pensaría que soy insoportable? ¿Por qué me preocupaba
tanto si el siquiera debía de haberle cruzado yo por la mente? No me gusta el
rumbo que están tomando mis caprichosos pensamientos.
-Un
dólar por sus pensamientos- Zayn ha vuelto y me mira fijamente. Me pongo
colorada. Solo estaba pensando en qué carajo podía hacer para que este día no
sea completamente incómodo. Niego con la cabeza.
-Pareces
nerviosa cuando estás con hombres- Maldita sea, es algo personal. Solo me pongo
nerviosa con, casi todo el mundo.
-Pues,
esto me resulta algo intimidante- Me pongo colorada, pero mentalmente me doy
palmaditas en la espalda por mi sinceridad y vuelvo a contemplarme las manos.
Lo oigo respirar profundamente.
-De
modo que te resulto intimidante -me contesta asintiendo-eres muy sincera.
Vamos, no bajes la cabeza, por favor. Me gustaría verte a la cara-Lo miro y me
dedica una sonrisa alentadora, aunque irónica. Supongo que estaba acostumbrado
a niñatas tontas como yo. Solo trataba de ser amable, pero no lo era, lo
presiento.
-Eso
me da alguna pista de lo que puede estar pensando -me dice- Eres un misterio, Mikayla.
-¿Un misterio? ¿Yo? No puedo evitar reírme irónica.
-No
tengo nada de misteriosa.
-No
misteriosa, contenida, quizá -murmura. ¿De verdad? Uau… ¿cómo lo consigo? Es
increíble. ¿Yo, contenida? Imposible. -Menos cuando se ruboriza, claro, cosa
que hace a menudo. Me gustaría saber por qué se ha ruborizado-Se mete un trozo
de magdalena en la boca y empieza a masticarlo despacio, sin apartar los ojos
de mí. Y, como no podía ser de otra manera, me ruborizo. ¡Mierda!
-¿Siempre
haces comentarios tan personales? - supongo que con ese comentario estaba esperando
algo así como “No me había dado cuenta de que fuera personal. ¿La he ofendido?”
pero lo que conseguí fue…
-créeme
que podría ponerme más personal -genial, los temblores comenzaron otra vez.
-Y
tú eres un poco arrogante- Alza una ceja y, si no me equivoco, también él se
ruboriza ligeramente.
-Suelo
hacer las cosas a mi manera, Mikayla -murmura- es todo.
No
lo dudo. Me sorprende mi osadía. ¿Por qué la conversación se pone tan seria?
Las cosas no están yendo como pensaba. No puedo creerme que esté mostrándome
tan hostil hacia él. Como si él intentara advertirme de algo.
-¿eres
hija única? -me pregunta. Vaya… Ahora cambia de conversación.
-No
hace 4 años-sonríe.
-sí,
me olvidaba, creo que leí algo de eso en tu carta.- carraspeo la
garganta-Hábleme de sus padres.
¿Por
qué quiere saber cosas de mis padres? Es muy aburrido.
-¿Por
qué mis padres? Es un raro tema de conversación-volvió a sonreír.
-una
manera de hacer la conversación más personal-toma su taza de té-lo lamento.
Estoy acostumbrado a tratar con gente de la empresa, ases bajo la manga cuando
tienes que entrevistar a alguien-levante mi ceja.
-¿así
que intentas entrevistarme?-baja su taza y esta vez, es el quien levanta una
ceja-mis padres viven juntos en una provincia poco lejos de aquí. Ella es
secretaria de un médico, y mi papa tiene una empresa de limpieza. Ambos tienen
38, y no se me ocurre que más decir.
-vaya
son jóvenes-dijo el sonriendo.
-sí,
me lo dicen usualmente.
-déjame
ver si entendí. Si no me equivoco, te tuvieron cerca de los 19 años, y ¿aún
siguen juntos?-asentí-vaya, yo ni siquiera puedo recordar a veces cuando mis
padres estaban juntos-sonríe, pero creo que logro ver algo de tristeza en aquella
sonrisa.
-no
sabía que tus padres estaban separados.
-Ahora
cuéntame de tus padres -le pido. Se encoge de hombros.
-Mi
padre es abogado, y mi madre, bueno, digamos modelo. Mi madre vive en Seattle y
mi padre, pues, creo que ahora debe estar por Francia-Ha crecido en una familia
acomodada. Pienso en una exitosa pareja que tiene a tres niños, y uno de ellos
llega a ser un hombre guapo que se mete en el mundo de los negocios y lo
conquista sin ayuda de nadie.
-Me
han dicho que París es preciosa -me encojo de hombros. Parece un poco cohibido
hablando de sus padres, así que solo cambio el tema.
-yo
solo creo que está sobrevalorada-ahí está otra vez ese fuego arrogante- ¿Has
estado? -me pregunta olvidando su enojo.
-Nunca
he salido de Argentina.
-¿te
gustaría ir?
-¿A
París? ¿A quién no le gustaría ir a París?-él sonríe.
Tiene
una bonita sonrisa.
-¿sabes
por qué estás aquí, Mikayla?-me pregunta de repente él. ¿A qué se refiere?
-¿Por
qué gane un concurso?-digo algo confusa, sonríe de lado.
-estas
aquí porque te elegí. Me gusto tu carta-me dice directo. Joder, empiezo a
sudar.
-vaya,
yo creía que eso era pura organización, y que no habías leído ni una carta-esta
vez ríe, y cada sonido que sale de su boca me embriaga.
-se
te notaba bastante directa. Casi que criticando todo, pero bastante sencilla.
Soy un hombre de negocios, supongo que me dedico a analizar a las personas. Y
me gusta decir que no me has decepcionado.
21 de diciembre,
2017.
Uf,
todo daba vueltas.
Al
final, conocer a Zayn había sido un éxito, completo. Me sorprendieron mis
nuevas capacidades de sociabilización.
A
la noche del primer día, fuimos al bar de su hotel y tomamos un par de bebidas,
más que un par. Y fue la primera vez que me emborrache.
La
cabeza me daba vueltas. Tuve que agarrarme al respaldo de la silla. Los
cócteles con tequila no son una buena idea.
Nos
reímos, bailamos, y cuando él se va buscar más copas, siento que las que ya
tengo dentro de mi sistema hacen efecto.
Mierda.
Antes de poder decir nada, siento una arcada y me inclino hacia delante. Mi
cuerpo no puede seguir tolerando el alcohol y vomito en el suelo
aparatosamente.
Zayn
me sujeta el pelo, me lo aparta de la cara y suavemente me lleva hacia un
parterre al fondo del aparcamiento.
Observo
agradecida que está relativamente oscuro.
-Si
vas a volver a vomitar, hazlo aquí. Yo te agarro.
Ha
pasado un brazo por encima de mis hombros, y con la otra mano me sujeta el
pelo, como si quisiera hacerme una coleta, para que no se me vaya a la cara.
Intento apartarlo torpemente, pero vuelvo a vomitar… y otra vez. Oh, mierda…
¿Cuánto va a durar esto? Aunque tengo el estómago vacío y no sale nada,
espantosas arcadas me sacuden el cuerpo. Me prometo a mí misma que jamás volveré
a beber. Es demasiado vergonzoso para explicarlo. Por fin dejo de sentir
arcadas.
Debe
de ser el peor momento de mi vida. La cabeza sigue dándome vueltas mientras
intento recordar un momento peor. Me arriesgo a lanzarle una rápida mirada. Me
observa fijamente con semblante sereno, inexpresivo.
-Lo
siento-susurro mirando fijamente al suelo.
-¿Qué
sientes, Mikayla?
Maldita
sea, quiere su recompensa.
-Sobre
todo. Estar molestándote. Estar mareada. Uf, la lista es interminable-murmuro
sintiendo que me pongo roja. Por favor, por favor, que me muera ahora mismo.
-A
todos nos ha pasado alguna vez, quizá no de manera tan dramática como a ti-me
contesta secamente-supongo que no soy quien para regañarte por estar borracha,
porque solo estas borracha, ¿no es así?-asiento rápidamente cuando dice
aquello, su semblante se relaja.
De
verdad que no entiendo por qué está aquí. Empiezo a marearme. Se da cuenta, me
agarra antes de que me caiga, me levanta y me apoya contra su pecho, como si
fuera una niña. Prácticamente para él, lo era.
-Vamos,
te llevaré a la habitación-murmura e instantáneamente me pongo nerviosa y niego
con la cabeza.
¿A
qué se refería con llevarme a su habitación? No estaba planeado nuca que
pasaríamos más de un día juntos, ni que durmiera con él.
-¿Has
traído chaqueta o bolso?
-Sí,
las dos cosas. Zayn, por favor, estoy bien, solo...-no me deja terminar y entra
a la barra aun conmigo en brazos.
Me
siento débil, todavía borracha, incómoda, agotada, avergonzada y, por extraño
que parezca, encantada de la vida.
Cuando
logre mantenerme en pie, cogí mi chaqueta. Me doy vuelta, Zayn está apoyado en el marco de
una puerta a un metro de mí con la mirada intranquila.
Qué
autoritario. Se pasa la mano por el pelo rebelde. Parece nervioso, enfadado.
¿Qué le pasa aparte de que tenga que cargar con una niña estúpida y borracha?
Zayn
era uno de esos hombres para quienes la descripción de “buen mozo” es
inadecuada y que solo puede llamarse hermoso.
Desde que lo conocí me lo pase viéndolo cantar y reír, con una pasión
reverente que, más prosaicamente, ante la vista de cualquier mujer podría
traducirse como “este es para mí”.
22 de diciembre,
2017.
Todo
está en silencio, con las luces apagadas. Estoy muy cómoda y calentita en esta
cama. Qué bien… Abro los ojos, y por un momento estoy tranquila y serena,
disfrutando del entorno, que no conozco. No tengo ni idea de dónde estoy.
El
cabezal de la cama tiene la forma de un sol enorme. Me resulta extrañamente
familiar. La habitación es grande y está lujosamente decorada en tonos
marrones, dorados y rojos. La he visto antes. ¿Dónde? Mi ofuscado cerebro busca
entre sus recuerdos recientes. ¡Maldita sea! Estoy en el hotel Malik… en una
suite.
Estoy
en la suite de Zayn Malik. ¿Cómo he llegado hasta aquí?
Poco
a poco empiezan a torturarme imágenes fragmentarias de la noche. La borrachera
-oh, no, la borrachera-, la vomitera -oh, no, la vomitera.
No
recuerdo cómo he llegado aquí. Llevo puesta la camiseta, el sujetador y las
bragas. Ni calcetines ni vaqueros. Maldita sea.
Echo
un vistazo a la mesita de noche. Hay un vaso de zumo de naranja y dos
pastillas. Con el cartel de “bébeme” Ibuprofeno. El obseso del control está en
todo. Me incorporo en la cama y me tomo las pastillas. La verdad es que no me
siento tan mal, seguramente mucho mejor de lo que merezco
Oigo
unos golpes en la puerta. El corazón me da un brinco y no me sale la voz, pero
aun así Zayn abre la puerta y entra.
Vaya,
ha estado haciendo ejercicio. Lleva unos pantalones de chándal grises que le
caen ligeramente sobre las caderas y una camiseta gris de tirantes empapada en
sudor, como su pelo. Me siento como una niña de dos años. Si cierro los ojos,
no estoy.
-Buenos
días, Mikayla. ¿Cómo te encuentras?
Se
sienta a un lado de la cama. Está tan cerca de mí que podría tocarlo, podría
olerlo. Madre mía… Sudor, gel y Zayn. Un cóctel embriagador, mucho mejor que el
margarita, y ahora lo sé por experiencia.
-Después
de que te desmayaras no quise poner en peligro la tapicería de piel de mi coche
llevándote a otro lugar, así que te traje aquí-me contesta sin inmutarse.
-¿Me
metiste tú en la cama?
-Sí-me
contesta impasible.
-¿Volví
a vomitar?-le pregunto en voz más baja.
-No.
-¿Me
quitaste la ropa?-susurro.
-Sí.
-¿No
habremos…?
Lo
digo susurrando, con la boca seca de vergüenza, pero no puedo terminar la
frase. Me miro las manos.
-Mikayla,
estabas casi en coma. La necrofilia no es lo mío-me contesta secamente.
-Lo
siento mucho.
Sus
labios esbozan una sonrisa burlona.
-Fue
una noche muy divertida. Tardaré en olvidarla.
Yo
también… Oh, está riéndose de mí, el muy… Yo no le pedí que viniera a buscarme.
No entiendo por qué tengo que acabar sintiéndome la mala de la película.
-¿Cenaste
ayer?
Su
tono es acusador. Niego con la cabeza. ¿Qué gran pecado he cometido ahora? Se
le tensa la mandíbula, pero su rostro sigue impasible.
-Tienes
que comer. Por eso te pusiste tan mal. De verdad, es la primera norma cuando
bebes.
Se
pasa la mano por el pelo, pero ahora porque está muy nervioso.
-¿Vas
a seguir riñéndome?
-¿Estoy
riñéndote?
-Creo
que sí.
-Tienes
suerte de que solo te riña.
-¿Qué
quieres decir?
-Bueno,
si fueras mía, después del numerito que montaste ayer no podrías sentarte en
una semana.
Lo
miro con expresión ceñuda. ¿Qué le pasa? ¿A él qué le importa? Si fuera suya…
Bueno, pues no lo soy. Aunque quizá me gustaría serlo. La idea se abre camino
entre mi enfado por sus arrogantes palabras. Pero esperen, ¿a qué se refería
estrictamente con “ser suya”?
Antes
de seguir pensado, veo como en la mesita de luz hay dos sándwiches calientes,
tomo uno y lo muerdo. Supongo que si me los dejo al pie de la cama, no le
importa que coma allí.
El
me mira por unos segundos más. De repente, apoya sus manos sobre la cama y se
abalanza hacia mí. Se detiene centímetros de mi cara, mira mis manos, y muerde
el sándwich que acababa de sacarme de la boca.
-Voy
a ducharme. Termina el desayuno-me susurro.
Joder
contigo, Zayn Malik.
Él
sabía perfectamente que su cercanía me ponía nerviosa, y lo aprovechaba lo
mejor que podía.
Se
mete en el cuarto de baño y cierra la puerta. Suelto el aire que he estado
reteniendo. ¿Por qué es tan alucinantemente atractivo? Ahora mismo me metería
en la ducha con él. Nunca había sentido algo así por nadie.
Me
tumbo sobre las suaves almohadas de plumas. Si fueras mía… Ay, ¿qué estaría
dispuesta a hacer para ser suya? Luego de unos minutos salgo de su cama y busco
frenéticamente mis vaqueros. Se abre la puerta del cuarto de baño y aparece él,
mojado y resplandeciente por la ducha, todavía sin afeitar, con una toalla
alrededor de la cintura, y ahí estoy y o… en bragas, mirándolo boquiabierta y
sintiéndome muy incómoda. Le sorprende verme levantada.
-Si
estás buscando tus vaqueros, los he mandado a la lavandería-me dice con una
mirada impenetrable-Estaban salpicados de vómito.
-Ah.
Me
pongo roja. ¿Por qué demonios tiene siempre que pillarme descolocada?
Ropa
limpia. Un plus inesperado.
-Bueno…
Voy a ducharme-musito-Gracias.
¿Qué
otra cosa puedo decir? Cojo la bolsa y entro corriendo en el cuarto de baño
para alejarme de la perturbadora proximidad de Zayn desnudo.
Luego
de bañarme, me visto rápidamente. La ropa me quedo perfecta, que escalofriante
que hayan dado en mi talla.
-Este
color te sienta muy bien-es lo primero que me dice cuando salgo a la
habitación.
Me
ruborizo y me miró fijamente los dedos.
-¿Sabes?
Deberías aprender a encajar los piropos-me dice en tono fustigador.
-Debería
darte algo de dinero por la ropa.
-no
quiero que me vengas con modales-frunció el ceño.
-No
se trata de eso. ¿Por qué tendrías que comprarme esta ropa?
-Porque
puedo.
Sus
ojos despiden un destello malicioso.
-El
hecho de que puedas no implica que debas-le respondo tranquilamente.
Me
mira alzando una ceja, con ojos brillantes, y de repente me da la sensación de
que estamos hablando de otra cosa, pero no sé de qué.
-¿Está
riéndose de mí, señorita Jackson?- Ladea la cabeza y creo que parece divertido,
pero es difícil saberlo. Me ruborizo y desvío la mirada. No puedo mirarlo a los
ojos cuando habla en ese tono. -Me gustaría morder ese labio-susurra
turbadoramente. No soy consciente de que estoy mordiéndome el labio inferior.
Tras un leve respingo, me quedo boquiabierta. Es lo más sexy que me han dicho
nunca. El corazón me late a toda velocidad y creo que estoy jadeando. Dios mío,
estoy temblando, totalmente perdida, y ni siquiera me ha tocado. Me remuevo en
la silla y busco su impenetrable mirada.
-no
creo que quieras jugar con fuego, Mikayla- coge su chaqueta. Sale de la habitación no sin antes ordenarme
que lo siguiera.
-¿Dónde
has dormido?-Me giro para mirarlo. Y romper el silencio que había entre
nosotros dirigiéndonos hacia lo que parecía ser el ascensor.
-En
mi cama -me responde, de nuevo con mirada impasible.
-Oh.
-Sí,
para mí también ha sido toda una novedad -me dice sonriendo. -Dormir con una mujer…
sin sexo.
Sí,
dijo « sexo». Y me ruborizo, por supuesto.
Es
la persona más enigmática que he conocido nunca. Caigo en la cuenta de que he
dormido con Zayn Malik y me daría cabezazos contra la pared. ¿Cuánto habría
dado por estar consciente y verlo dormir? Verlo vulnerable. Me cuesta
imaginarlo.
Recorremos
el pasillo en silencio hasta el ascensor. Mientras esperamos, levanto un
instante la cabeza hacia él, que está tecleando cosas en el celular mirando una
hoja de papel que tiene en la mano derecha. Supongo que hace negocios. Vaya,
ese hombre nunca para. Supongo no que ayer a la noche le quite su tiempo...
Sonrío y él frunce los labios. Llega el ascensor y entramos. Estamos solos. De
pronto, por alguna inexplicable razón, probablemente por estar tan cerca en un
lugar tan reducido, la atmósfera entre nosotros cambia. Se me acelera la
respiración y el corazón me late a toda prisa. Gira un poco la cara hacia mí
con ojos totalmente impenetrables. Me muerdo el labio.
-A
la mierda el papeleo-brama. Se abalanza sobre mí y me empuja contra la pared
del ascensor. Antes de que me dé cuenta, me sujeta las dos muñecas con una
mano, me las levanta por encima de la cabeza y me inmoviliza contra la pared
con las caderas. Madre mía. Con la otra mano me agarra del pelo, tira hacia
abajo para levantarme la cara y pega sus labios a los míos. Casi me hace daño.
Gimo, lo que le permite aprovechar la ocasión para meterme la lengua y
recorrerme la boca con experta pericia. Nunca me han besado así. Levanta la
mano y me agarra la mandíbula para que no mueva la cara. Estoy indefensa, con
las manos unidas por encima de la cabeza, la cara sujeta y sus caderas
inmovilizándome.
-Eres…
tan…dulce-murmura entrecortadamente. El ascensor se detiene, se abre la
puerta, y en un abrir y cerrar de ojos me suelta y se aparta de mí. Tres
hombres trajeados nos miran y entran sonriéndose. Me late el corazón a toda
prisa. Me siento como si hubiera subido corriendo por una gran pendiente.
Quiero inclinarme y sujetarme las rodillas, pero sería demasiado obvio. Lo
miro. Parece absolutamente tranquilo, como si hubiera estado haciendo el
crucigrama del Seattle Times. Qué injusto. ¿No le afecta lo más mínimo mi
presencia? Me mira de reojo y deja escapar un ligero suspiro. Vale, le afecta.
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